Come, reza, ama... y algo más.
El otro día, en algún lugar, alguien me
preguntó porque mi reloj estaba parado y yo le contesté "no tengo tiempo
para ir a cambiarle las pilas" y se
quedaron mirándome fijamente, como si se hubiera detenido el tiempo. Me
despisté por un momento de la conversación, y empecé a recordar que mi otro
reloj, el dorado, también estaba parado. Seguí pensando, y en mi reloj marrón
pequeñito, el que tanto ¿me apaña cada día?, tampoco giran las agujas. ¿ Cuánto
tiempo llevo en mi muñeca relojes que no tienen pilas? no lo sé. ¿ Cuánto
tiempo llevo mirándolos sin darme cuenta que siempre marcan la misma hora? No
paré de darle vueltas en mi cabeza hasta que caí en la cuenta que solo uno,
UNO, funcionaba. El digital. ¿Cuando perdí la cuenta del tiempo? ¿ Cuando dejé
de darle importancia? No me gustó la sensación producida en mi cuerpo. No me
gustó la señal que esta vez la vida quería darme. ¿Qué me detenga?¿ Que vaya
mas deprisa?¿ A dónde? Lo había vuelto a hacer... Mis pensamientos se habían
ido a la luna de Valencia.
En el país de las maravillas del que yo
vengo, cuando te dicen " estas en la luna de Valencia" significa que
por un instante te has despistado. Por si no lo sabías, el origen de dicha
expresión ( el que me gusta pensar que es cierto) proviene de cuando
antiguamente Valencia estaba rodeada de murallas que se cerraba a cierta hora,
tras el toque de queda. Aquellos despistados que llegaban tras el cierre no
podían pasar al interior y por lo tanto no tenían posibilidad de ir a dormir a
sus casas, por lo que debían pasar el resto de la noche al raso, a la luna
de Valencia. He vuelto a hacerlo, despistarme... Me he dado cuenta que el
valor del tiempo ya no es el mismo de antes. Cuando era pequeña las horas eran
eternas, el tiempo nunca pasaba y nunca llegaba a ser mayor. Y ¿ Cuando me hice
adulta? No lo recuerdo. Quizá sea de esas personas que vivan todo con pasión y
al límite... Si te quiero, te lo doy todo, mi dinero, mi tiempo, mi cuerpo, mi
perro, el dinero de mi perro… Quizá hasta me haga cargo de tus deudas y
proyecte en ti toda clase de cualidades que tú jamás has cultivado. Te daré eso
y más, hasta acabar tan agotada y consumida que la única forma de recuperarme
sea encapricharme de algo más. No. No soy así. Soy algo más. Considérame como
la señorita de los tres pensamientos. ¿ Entonces qué? Entonces será el mundo.
Serán las señales que dicen que le cambie las pilas a mis relojes para vivir el
aquí y ahora. Que empiece a ser consciente de que comer, rezar y amar, sean
actos suficientes para mantener un equilibrio. Los que me hagan no querer ser
mayor, o los que me susurren al oído que ya lo soy. O a lo mejor, me digan que
siga por aquí y por allá, en la luna de Valencia por ejemplo. Por que una sola
reflexión es un rezo interior. Porque un solo bocado es comer. Y quererte a ti
por encima de todo... es amar.
Micaela Ortega, experta en Marketing y Gestión Comercial, varios años en el sector a las espaldas.